Tras finalizar la temporada de recogida del maíz, los agricultores empiezan a valorar cuantitativamente los daños que los jabalíes han producido en las explotaciones de maíz. Aunque no es correcto todavía hablar de plaga, la presencia de estos animales es cada vez mayor.
De media, los daños rondan el 15%. Los maizales, siempre húmedos, con agua en abundancia y con el alimento necesario para el óptimo desarrollo de esta especie cinegética, son el hábitat idóneo. De hecho, hay crías que pueden pasar sin salir de una explotación concreta desde la siembra hasta la cosecha. Los animales se van moviendo, de extensión en extensión, a medida que avanzan las cosechas desde junio hasta el final de la cosecha, causando las mayores pérdidas en las segundas cosechas de maíz.
Resolver esta situación se presenta complicado, la caza es la única herramienta existente para controlar la población de jabalíes. Por ello todos los cotos del territorio realizan batidas prácticamente cada semana desde que comenzó la temporada de caza de jabalí hasta la última semana de febrero. Para un futuro se prevén solicitar más acciones fuera de temporada, durante todo el año.
El impacto del jabalí en los cultivos de maíz siempre está marcado por la controversia y en la mayoría de los casos su gestión se reduce a un permiso de espera para así “tapar la boca” a los cazadores, o al pago de una indemnización por daños a los agricultores.
Generalmente, ninguna de las dos anteriores soluciones acaba con el problema, ya que en la mayoría de los casos las indemnizaciones no satisfacen a los afectados y tampoco se expiden de una manera acertada estos permisos de control de la especie mediante la caza.
En la prevención existen diferentes alternativas:
- La gestión de las poblaciones mediante su aprovechamiento cinegético: estudiando la densidad de población, la distribución del jabalí en la zona donde se han producido los daños y teniendo en cuenta los aspectos anteriormente apuntados como son el comportamiento, el celo y la dieta de este.
- La alimentación suplementaria:
tiene por objeto disuadir a los animales atrayendo su atención hacia puntos seleccionados. Estos puntos pueden ser comederos artificiales o siembras expresas para la alimentación del jabalí.
- Los elementos barrera: donde se puede incluir los cerramientos con malla cinegética, los pastores eléctricos y los repelentes olfativos.
Como conclusión podemos apuntar que la prevención de daños no es algo imposible, el estudio de las poblaciones y la combinación de diversos métodos pueden evitar numerosos daños agrícolas y rebajar notablemente el importe de las indemnizaciones. Para ello es importante la colaboración y el trabajo conjunto de agricultores, gestores y cazadores. En la práctica, un método efectivo en un caso particular puede no ser válido bajo otras circunstancias. Por ello, es necesario realizar un minucioso estudio de las características del hábitat y valorar el problema detenidamente, para después organizar en el tiempo y en el espacio los métodos alternativos apuntados anteriormente.